¿Tratará con mucho cariño Lula a Bolsonaro? / Txomin Las Heras Leizaola / La Silla Vacía

La Silla Vacía.-

“Debemos tratar a Venezuela y a Cuba con mucho cariño” fue la frase que pronunció el presidente de Brasil, Luiz Inazio Lula Da Silva, con ocasión de su reciente visita a Buenos Aires para reunirse con su homólogo Alberto Fernández y asistir a la cumbre de la Celac.

La afirmación no es cualquier cosa si tomamos en cuenta que Cuba y Venezuela, junto con Nicaragua y Surinam, son las únicas naciones del continente americano con regímenes claramente no democráticos, aunque algún otro país como El Salvador de Nayib Bukele esté dando pasos agigantados para afiliarse a ese poco presentable club.

El mandatario brasileño dio esas declaraciones a escasos días de haber sido objeto de un intento de golpe de Estado seguido en vivo y directo por la televisión en todo el mundo cuando partidarios del expresidente Jair Bolsonaro tomaron violentamente las sedes de los poderes ejecutivo, legislativo y judicial en Brasilia.

El fracasado intento para derrocarlo mereció no solo que Lula Sa Silva responsabilizara del hecho a su predecesor, sino que adoptara, sin que le temblara el pulso, enérgicas e inequívocas acciones que llevaron a la detención y judicialización de cientos de los participantes, la destitución del jefe del ejército brasileño, así como la intervención del gobierno de la capital de Brasil y el apresamiento de su jefe de policía.

Ese enérgico pulso parece que se le ha debilitado al presidente de Brasil a la hora de referirse a dos de los países que hoy son dirigidos por gobernantes como Nicolás Maduro y Miguel Díaz-Canel que no cumplen con los mínimos requisitos democráticos y que, muy por el contrario, se mantienen en el poder haciendo uso de la fuerza e irrespetando los más elementales derechos humanos. El doble rasero es evidente.

En descargo de Lula Da Silva hay que decir que en su visita a Buenos Aires el líder brasileño también se ha referido a la necesidad de impulsar el diálogo en Venezuela para buscar una salida democrática a la crisis que vive ese país. “El problema de Venezuela se resolverá con diálogo, no con embargos ni ofensas personales”, dijo.

Es precisamente esto último lo que se espera de un presidente del prestigio democrático de Lula Da Silva que, además, puede jugar un papel importante por sus posiciones ideológicas de izquierda para influir en el gobierno de Nicolás Maduro con el fin de facilitar soluciones a la crisis venezolana.

En esta misma dirección bien podrían jugar roles similares los presidentes de Colombia, Gustavo Petro, y de Chile, Gabriel Boric. El argentino Alberto Fernández, ya en la recta final de su mandato, no parece estar en condiciones en unirse al grupo.

En esta labor las formas son tan importantes como el fondo. Por eso, más allá de las buenas intenciones que se tengan y del interés por estabilizar la región (recordemos que tanto Brasil como Colombia son países fronterizos con Venezuela) no parece que expresiones de afecto y ternura como las de Lula Da Silva hacia gobiernos despóticos -donde la falta de libertades, las detenciones arbitrarias, la censura, la tortura, las ejecuciones extrajudiciales y el irrespeto a las decisiones de la ciudadanía son el pan de cada día- ayuden a llevar con dignidad esta tarea.

La función mediadora puede llevarse a cabo a través de una diplomacia activa, con discreción y firmeza. Por eso, lavarles la cara a estos regímenes dictatoriales no parece el camino más adecuado. ¿Acaso Lula Da Silva estaría dispuesto a tratar con cariño a Jair Bolsonaro?

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