La diplomacia del espectáculo / Ronal Rodríguez / El Espectador
El Espectador.- A finales de los años ochenta, bajo la administración de Virgilio Barco en Colombia y Carlos Andrés Pérez en Venezuela, se construyeron las bases de una fructífera relación bilateral entre ambos Estados. El 6 de marzo de 1989 en la quinta de San Pedro Alejandrino el presidente Barco, oriundo de Cúcuta Norte de Santander, y el presidente Pérez, de Rubio estado Táchira, se pusieron de acuerdo para pasar la página del diferendo limítrofe de las áreas marinas y submarinas, y construir una nueva relación centrada en lo comercial. Estos hombres de frontera comprendían que era necesario buscar lo que unía los dos países y fortalecer la institucionalidad bilateral para tratar los temas complejos.
El ascenso del chavismo en Venezuela socavó la relación bilateral. Se desinstitucionalizaron las comisiones que existían entre los dos países, tan importantes para el manejo de los temas prioritarios, perdieron su relevancia y poco a poco quedaron famélicas. La política Exterior venezolana era administrada por los aliados políticos del chavismo y los funcionarios diplomáticos de carrera que no se pusieron al servicio de la “revolución” fueron despedidos.
La desconfianza se apoderó de la relación, el fax que encontró Hugo Chávez en su oficina, después de regresar al poder tras el Golpe de Estado de 2002, en el que el gobierno colombiano felicitaba a Carmona por hacerse con el poder, marcó el tono con lo que el chavismo en adelante llamaría la “Oligarquía Colombiana”. Incluso Chávez nombró a reconocidos anti-colombianos, como se denomina a aquellos políticos y funcionarios que resentían o eran adversos a la relación con Colombia, como cancilleres o embajadores.
Fue sólo hasta la llegada de Juan Manuel Santos que la relación bilateral se rencausó, consciente de que su “nuevo mejor amigo” como llamó a Chávez era fundamental para la negociación con las Farc, el presidente Santos subordinó la relación con Venezuela al proceso de paz. No se puede olvidar que la Venezuela chavista fue un actor fundamental para la consecución de la paz con las Farc.
No obstante, no se puede pasar por alto que paralelamente a la negociación y firma de la paz, la situación en Venezuela se deterioró y el régimen encabezado por Nicolás Maduro no tardo en usar la carta anticolombiana. Desde 2014 su discurso y acciones contra los nacionales colombianos en territorio venezolano lo convierte quizás en el presidente más hostil contra nuestros nacionales, siendo irónicamente hijo de colombiana.
Así como la crisis de la Corbeta Caldas desencadenó en el mejor momento de la relación bilateral y mutuamente beneficioso para los dos Estados, quizás ha llegado el momento de pensar como recomponer la relación, sin olvidar que el Estado venezolano ya no tiene un régimen democrático, y lamentablemente no hay nada que indique que esa situación pueda cambiar en el futuro próximo. Es momento de solicitar la reactivación de la Comisión Permanente de Conciliación que hace parte del Tratado de no agresión, conciliación, arbitraje y arreglo judicial entre Colombia y Venezuela de 1939, en dirección a reconstruir la institucionalidad de la relación bilateral, bajo la premisa que el Estado colombiano tiene la obligación de proteger a sus nacionales en territorio venezolano y es urgente recuperar las relaciones consulares.
La Venezuela Chavista no es la mejor amiga del Estado colombiano, pero es nuestra vecina y aún muchos de nuestros nacionales habitan en ella y ahora muchos de los suyos están en nuestro territorio.