La huella de la despedida / Ángel Medina
Caraota Digital.- Al menos 79 millones de personas en todo el mundo se han visto obligadas a abandonar sus hogares en una especie de huida por una nueva vida, las guerras y los conflictos regionales o tribales, la crisis económica, la violencia producto de regímenes autoritarios o de la delincuencia organizada y descontrolada, las sequías y la falta de agua, la xenofobia y los diversos intentos de aniquilar al otro por diferente, son entre las más importantes razones que hacen que familias enteras emprendan caminos hacia lo desconocido sin ningún otro proyecto que el salvarse de la desgracia de nacer y vivir en un lugar que se transformó en su enemigo.
De estos millones de personas que estima las Naciones Unidas por medio de ACNUR, al menos 26 millones están en situación de refugiados y la mitad de esta cifra corresponde a personas menores de 18 años que se adentran en las peores condiciones de vulnerabilidad y la amenaza permanente de la violación a sus Derechos Humanos.
Cuando profundizamos en estos números, vemos como el 68% de toda esta población de desplazados y refugiados, provienen de cinco naciones: Siria con 6.6 millones, Venezuela con 3.7 millones, Afganistán con 2.7 millones, Sudán del Sur con 2.2 millones y Myanmar con 2.1 millones de personas, cinco realidades que solo pueden ser diferentes en cuanto al origen o cultura de cada nacionalidad, pero que padecen el mismo temor de sentirse atacados y sin esperanza en su propia tierra, que viven bajo el extremo de sentirse sin patria y sin derechos, que se alientan en cada paso hacia la distancia para dejar en el olvido todo los males vividos.
En este cuadro triste para la humanidad y de profunda crítica para nuestro sistema internacional de convivencia quedamos lamentablemente reflejados los venezolanos, que huyen de una emergencia humanitaria provocada por un modelo político, que se ven obligados a dejar su vida porque una tierra con enormes potencialidades fue tomada por unos pocos con enorme avaricia y codicia.
Este cuadro habla de más de 4.7 millones de compatriotas que son migrantes o refugiados, donde más de 760 mil de estos han solicitado refugio en numerosos países y donde más de 2 millones de estos viven en naciones del continente bajo diversas formas legales, siendo Colombia, Perú, Ecuador, Chile, Estados Unidos y Argentina las principales naciones receptoras de estos migrantes y refugiados.
Esta es la nueva cara de Venezuela, atrás quedó la idea de la nación petrolera rica y abundante, de las hermosas mujeres destacada en los concursos internacionales de belleza, de la nación de avanzada y democrática que sirvió de guía para la región. Pasamos a ser un país que distorsiona nuestro continente, porque hemos quebrado la idea de una zona de paz, porque nuestro desastre económico arrastra a los demás, porque el aislamiento internacional inhibe un desarrollo regional armónico, porque son millones que, con sus pasos y cientos de kilómetros andados, cruzan fronteras plagadas de todo tipo de amenazas y desviaciones.
Esta es la huella de la despedida de millones de nuestros venezolanos que decidieron huir por sus vidas, que hoy luchan contra la xenofobia y el miedo, contra el populismo inclemente en muchas naciones, pero que también encuentran la posibilidad de volver a ser ciudadanos en tierra extranjera. Esa es la huella de lucha, conquista, éxitos, fracasos, angustias y felicidades que marcan como una cicatriz profunda la historia de nuestra nación.
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