La paradoja de la moderación en la política venezolana

 

Alejandro Martínez Ubieda

 

LA INASIBLE MODERACIÓN Y LA TENTACIÓN RADICAL

 

Como “modo extremado de tratar los asuntos” define el diccionario de la lengua española el radicalismo. A la moderación como “cordura, sensatez, templanza en las palabras o acciones”. De entrada, estas simples definiciones nos dicen mucho, en tanto sugieren modos de actuar y pensar, maneras de aproximarse a la realidad de maneras y actitudes distintas. Pero la relación entre ambos conceptos es más compleja que la definición individual de cada uno de ellos, y en política, lo es tanto más. Veamos.

 

Tanto la moderación como el radicalismo son, en grandísima medida, inasibles, cambiantes. Y lo son porque ambos términos son siempre relativos. Una acción política que en un determinado contexto es claramente moderada, al considerarse en un ambiente distinto, en otro sistema político, otro marco jurídico o social, puede ser profundamente radical.

 

Ambos términos, por otra parte, se relativizan mutuamente, y el nivel de radicalismo de un actor político realza la cualidad moderada de otro actor, la potencia, y viceversa.

 

Hay asociaciones recurrentes, aunque no absolutas, entre la moderación y ciertas conductas políticas. Por ejemplo, la participación recurrente en elecciones tiende a ser un elemento moderado, al igual que el respeto a la ley y a la institucionalidad. Del mismo modo, hay opciones políticas que, en principio, se asocian al radicalismo, como lo son la insurgencia por vía de fuerza, el golpe de estado.

 

Así, al calificar un curso político como radical o moderado, se hace considerando las opciones reales existentes en esa determinada coyuntura política. A cada decisión, cabe considerar: ¿había otras vías posibles? ¿Cuál es el impacto de cada decisión en el largo plazo?

 

Existe, además, una tensión constante entre ambos conceptos, y con frecuencia cuando actores políticos moderados o radicales se ven compelidos a compartir un terreno común – o una acción o posición política que pareciera enmarcarse en la zona de confort del actor opuesto-, lo hacen atribuyéndole a la acción, de manera inequívoca, las cualidades de su parcela propia. Es decir, que la misma acción, en el mismo contexto, la defenderá un moderado o un radical con argumentos moderados o radicales, con relativa prescindencia de la acción en sí. Como el parrillero que “hala la brasa para su sardina”…

 

EL VALIENTE RADICAL Y EL COBARDE MODERADO

 

Un elemento básico al considerar la relación entre moderación y radicalismo tiene que ver, en estos tiempos de incesante profusión informativa y novedosas modalidades que permiten instrumentalizar mensajes subliminales de una notable potencia condicionante de la opinión pública1, con la percepción

1 “The Internet and, in particular, Online Social Networks have changed the way that terrorist and extremist groups can influence and radicalise individuals. Recent reports show that the mode of operation of these groups starts by exposing a wide audience to extremist material online, before migrating them to less open online platforms for

 

colectiva del radicalismo y de la moderación, vale decir, con la valoración que de ambos términos hace la opinión pública.

 

El radicalismo, en general, tiende a ser asociado con el arrojo y la determinación, además de, por supuesto, con la valentía. El radical “habla claro”, “sin hipocresía”. En períodos de incertidumbre y luego de veinte años de autoritarismo creciente, la idea de una solución al conflicto venezolano por la vía de una jugada “épica” signada por la reciedumbre y en la cual se acaba con el adversario de manera absoluta y dejándolo aniquilado “se vende” con facilidad, es decir, que la población estará más  dispuesta a suscribirla antes que a otra opción, fundamentalmente en tanto tal salida también trae consigo la noción de una rápida solución a un conflicto prolongado y doloroso.

 

Adicionalmente, si se compara la opción radical con el camino de la opción moderada, es poco el “sex appeal” de esta última, que ofrece un trayecto más largo, y comprende la negociación con un adversario que en ambiente polarizado es considerado enemigo, así como el logro de acuerdos en los que éste mantenga algunas cuotas de participación en la vida pública.

 

Por otra parte, la opción moderada, con su equipaje de dialogo, negociación y búsqueda de acuerdos, es muy impopular cuando se le vincula a un prejuicio enraizado en el ser humano desde tiempos inmemoriales: eso, negociar, es cosa de “políticos”, y los políticos “nunca son de fiar”.

 

Así, se entiende que el espacio de la moderación es menos apetecible que el del radicalismo desde el punto de vista de su capacidad de movilización política, de agitación y de motivación social. La moderación es notablemente más discreta en cuanto a sus posibilidades de ofrecer la victoria total que las opciones radicales, al tiempo que exige una visión de más largo plazo que la requerida por el fast track radical.

 

DEMOCRATAS SIN BRUJULA

 

La alternativa democrática, en su enfrentamiento con el régimen despótico presidido por Hugo Chávez y heredado por Nicolás Maduro, ha pasado por distintas etapas, unas que podrían considerarse radicales y otras claramente moderadas. Es natural que así haya sido, por cuanto los tiempos y las circunstancias, en este ya largo período de dos décadas de la insurgencia cívico-militar naturalmente trastocada en autoritarismo ramplón, han cambiado, variado y mutado.

 

Ha habido momentos en los que los demócratas han carecido de la paciencia que requieren los procesos complejos, cayendo en inmediatismos que hacían ver que la vuelta a la democracia y la sustitución del régimen serían más fáciles de lo que las circunstancias finalmente demostraron, como también hubo períodos en los que se confió, con no poca ingenuidad, en una suerte de “ADN democrático venezolano” que subyacería en la conciencia colectiva venezolana y haría que el chavismo, en última ratio, respetase al menos las normas más elementales de la institucionalidad democrática que lo llevó al poder.

further radicalization. Thus, identifying radical content online is crucial to limit the reach and spread of the extremist narrative.” M. Nouh, R. C. Jason Nurse and M. Goldsmith, «Understanding the Radical Mind: Identifying Signals to Detect Extremist Content on Twitter,» 2019 IEEE International Conference on Intelligence and Security Informatics (ISI), Shenzhen, China, 2019, pp. 98-103.

 

ABRIL

 

Cabe traer a colación, como evidente muestra de radicalismo, el torpe manejo de lo ocurrido el 11 de abril de 2002, cuando una masiva insurrección popular devino en un golpe de estado que habría sido evitable de haberse producido un manejo político y constitucional ajustado. En efecto, en ese momento, muchos factores del poder chavista estaban dispuestos a ceder, al saberse derrotados, para que aquellos hechos se desarrollaran con apego a la constitución y fue fundamentalmente la impericia de empresarios y militares involucrados en la situación lo que finalmente acabó con la posibilidad de que un presidente que había renunciado al cargo fuese sustituido mediante lo establecido en la carta magna, manteniéndose así el hilo constitucional y produciéndose en consecuencia una transición hacia la democracia. Es de resaltar el hecho de que esta coyuntura se produjo sin la participación de políticos profesionales, y que aun faltaría cierto tiempo para que éstos retomaran el timón de su actividad natural. En este episodio, el abordaje radical trajo consigo décadas de atraso y muerte para Venezuela.

 

LAS PARLAMENTARIAS DE 2005

 

Para las elecciones parlamentarias del 2005, en un contexto en el que los partidos políticos democráticos aún no lograban un nivel mínimo de articulación y la vocería opositora descansaba más en líderes de opinión que en políticos, y en medio de grandes presiones de una opinión pública que llamaba a actuar “moralmente”, la oposición decide no participar en el proceso electoral convocado para la elección parlamentaria. A pesar de notables inequidades, el proceso electoral conservaba un carácter competitivo. Así, asumiendo erróneamente que deslegitimaría al estamento chavista con su negativa a participar, la alternativa democrática le entregó al gobierno un quinquenio en el que éste avanzó su proyecto político sin contrapeso alguno. Costoso error. Un quinquenio entero en el que el gobierno legisló a placer, sin contrapeso alguno.

 

Sin embargo, en 2009 hubo un factor que modificó el comportamiento de los demócratas: la conformación de la Mesa de la Unidad Democrática, la MUD. Este fue el comienzo orgánico de la retoma de la política por parte de los políticos, a partir de los antecedentes del acuerdo Borges-Petkoff-Rosales de 20062.

PRESIDENCIALES 2006

 

Producto del acuerdo entre los precandidatos Borges-Petkoff-Rosales emerge la candidatura de Manuel Rosales, para el momento Gobernador del Estado Zulia, como candidato presidencial de la oposición a las elecciones de 2006. A pesar de que recientemente se había producido la abstención promovida por la oposición a las elecciones parlamentarias de 2005, se toma la decisión de participar, a despecho de la ya amplia evidencia de las diversas formas de ventajismo puestas en práctica por el gobierno.

 

 

 

2 En ese año 2006, Julio Borges, Manuel Rosales y Teodoro Petkoff aspiraron a la candidatura presidencial de la oposición. Luego de un proceso de conversaciones y una suerte de pequeña campaña, decidieron apoyar a Manuel Rosales, entonces Gobernador del Estado Zulia.

 

Rosales pierde la elección siendo superado por Chávez por aproximadamente 22% de los votos, y la oposición continúa apostando a la progresiva construcción de su caudal electoral, tendiendo poco tiempo después un nuevo reto, el referéndum constitucional.

 

REFERENDUM CONSTITUCIONAL 2007

 

El presidente Chávez presentó en 2007 una propuesta de modificación de 66 artículos de la constitución nacional. Entre tantas modificaciones, el proyecto comprendió la denominación de la república como un estado socialista. Adicionalmente, se llevaba el período constitucional a siete (7) años.

 

Es claro que, de ser aprobada, esta modificación implicaría un avance determinante en el proyecto bolivariano, centralizando aún más el poder y otorgándole legalidad a muchas de las políticas que hasta entonces se implementaban al margen de la institucionalidad jurídica.

 

La discusión en el seno de los sectores opositores fue profunda, dada la desconfianza ya existente que el gobierno les generaba. Sin embargo, la decisión fue la de participar en el proceso.

 

El resultado fue que, con una abstención del 44.1%, la propuesta fue negada, con aproximadamente el 50,5% de los votos, en lo que constituyó la primera victoria electoral de quienes enfrentan al chavismo.

VUELVE LA POLITICA

 

La vuelta de la política se produce cuando retornan los políticos al liderazgo de la oposición3, por una parte, y por la otra, cuando este liderazgo concibe el proceso a partir de variables propias de la política real, comprendiendo los desplazamientos concretos del poder y las necesidades de abordar la realidad a partir de lo que se llamó entonces el “proceso de acumulación de poder”, con lo cual implícitamente se reconocía el hecho de que la oposición era entonces minoritaria y que el chavismo contaba con un arraigo real en la población4 y que era preciso generar estrategias políticas y comunicacionales para enfrentarlo, buscando ir más allá de la denuncia basada en destacar el evidente déficit democrático del gobierno que caracterizó a los opositores hasta entonces.

 

El primer resultado de la MUD fue la generación de un proceso de elecciones primarias para la escogencia de un candidato presidencial unitario, superando así la fragmentación de los distintos liderazgos y partidos. Los aspirantes a la candidatura fueron Henrique Capriles Radonski, Leopoldo López, Pablo Pérez, María Corina Machado, Diego Arria y Pablo Medina5. Capriles Radonski resultó electo con 64.2 % de los votos. Este logro se correspondió con la línea política adoptada por la MUD: la

3 En contraste con la situación que existió desde la victoria electoral de Hugo Chávez hasta 2005, cuando fueron empresarios y figuras mediáticas quienes ejercían la vocería de la oposición, y el período entre 2006 y 2009, cuando comienzan los políticos a “reaparecer”, aunque aun conviviendo con otras vocerías opositoras.

4 Hasta ese momento, era frecuente en los opositores considerar que el chavismo se sostenía exclusivamente debido a la manipulación del sistema electoral y al irrespeto a la separación de poderes, lo cual era sólo parcialmente cierto, pero ignorando, en no poca medida, el hecho de que las políticas sociales del gobierno, en medio de una inmensa bonanza petrolera, le generaban una muy importante popularidad en amplios sectores de la población.

5 Pocos días antes de la elección, Leopoldo López retiro su candidatura para apoyar a Henrique Capriles Radonski.

 

búsqueda de la unidad opositora, -mediante un proceso de primarias- continuar el proceso de acumulación de fuerzas y la posterior participación en las elecciones presidenciales. Esta ruta política fue exitosa. De hecho, aun a pesar de las groseras inequidades y elementos fraudulentos utilizados por Chávez y Nicolás Maduro en los procesos electorales de 2012 y 2013, el candidato de la MUD, Henrique Capriles Radonski, según los resultados ofrecidos por un Consejo Nacional Electoral descaradamente sumiso al poder ejecutivo, mejoró sustancialmente la participación opositora. De hecho, la MUD presentó ante el Tribunal Supremo de Justicia, también abiertamente atento a las órdenes del ejecutivo, un recurso solicitando la anulación de las elecciones, que el Centro Carter reseñó de esta manera.

 

“Tal vez lo más relevante en la demanda de la MUD fue la petición de anular 5.279 mesas de votación (que podrían haber afectado a 2.3 millones de votantes) en base al artículo 217, que incluye como infracciones que ameritan la nulidad de las elecciones el uso de violencia contra miembros de mesas de votación (con el potencial de afectar la votación), la presencia de intimidación o coacción de votantes (ya sea que obliguen a éstos a votar o no votar), o la presencia de acciones de funcionarios que infrinjan las garantías electorales. Las quejas sobre la calidad de la votación el día de las elecciones incluyen la expulsión de testigos de partidos de oposición en el dos por ciento de los centros de votación, la existencia de elementos de campaña del partido del gobierno cerca de los centros de votación y casos de intimidación de votantes por grupos de motociclistas afiliados al gobierno. Si bien estas son acusaciones graves, es difícil estimar su impacto en el escrutinio de votos.

 

Las quejas presentadas por la MUD antes de las elecciones, relativas a las condiciones de competitividad de la elección, tales como desigualdad en recursos financieros para la campaña o en acceso a los medios, se incluyeron también en los documentos elevados ante el tribunal supremo.” 6

 

Cabe destacar que, luego del proceso electoral de 2012, una vez que se produce la ausencia definitiva de Chávez, la MUD enfrentó un escenario sumamente complejo: nuevas elecciones a sólo meses de una derrota en la que había perdido por 11 puntos aproximadamente7, y sumado a eso el muy extraño ambiente en el que el chavismo sumergió al país al producirse la muerte de su líder: un extensísimo duelo nacional diseñado para una suerte de “canonización política” del difunto. Aun en esas condiciones, Henrique Capriles Radonski asume la nueva candidatura y, en medio de una inmensa desmotivación de la base opositora, sorpresivamente realiza una campaña electoral excepcional en la que termina perdiendo por una diferencia sustancialmente menor y, en consecuencia, consolidando la base electoral de los demócratas.

 

 

 

6 Misión de Estudio del Centro Carter, Elecciones en Venezuela, Informe Final, 14 de Abril de 2013.

7 En 2006, el candidato opositor Manuel Rosales obtuvo 36% de los votos, contra un 62% del candidato presidente Hugo Chávez, en tanto Henrique Capriles Radonski llevó la votación opositora a 44 %, según cifras del parcializado Consejo Nacional Electoral.

 

En este episodio, la oposición operó de acuerdo a nociones políticas, en contraste con especulaciones de carácter ideológico o puramente emocional, asimiló una derrota que aun cargada de irregularidades evidenció el poder real del chavismo, y fue fiel a principios democráticos.

 

LA SALIDA

 

El 23 de enero de 2014, un sector de la oposición liderizado por Leopoldo López, Antonio Ledezma y María Corina Machado, anunció el lanzamiento de un plan de agitación política que denominaron “La Salida”. Este llamado buscaba promover una solución pacífica a la crisis política que atravesaba ya el  país, mediante la movilización popular y de calle, con la celebración de numerosas asambleas locales y la participación activa del movimiento estudiantil.

 

La situación del país era sumamente tensa desde 2013, cuando las elecciones presidenciales en las que Nicolás Maduro fue proclamado ganador por el Consejo Nacional Electoral se realizaron en medio de evidentes inequidades, con el gobierno comprometiendo abiertamente el carácter competitivo de las mismas, utilizando los recursos públicos para favorecer la participación de sus votantes, bloqueando la presencia de líderes opositores en los medios públicos de comunicación y todo ello en medio de una creciente inflación y escasez de bienes de consumo.

 

Sin embargo, amplios sectores de la oposición no acompañaron La Salida, o lo hicieron tarde y a regañadientes. La razón fundamental para ello, entre otras, fue que consideraron que el gobierno mostraba síntomas inequívocos de deterioro, que la reciente elección presidencial evidenciaba que el rechazo a la gestión chavista abarcaba prácticamente a 50% del país y que el gobierno estaba entrando en un proceso creciente de ingobernabilidad, al haber comenzado a perder los ingentes recursos petroleros que le habían permitido hasta entonces financiar una política económica errática, caracterizada por el clientelismo, nacionalizaciones de empresas, agigantamiento del aparato del estado, crisis de los servicios públicos más elementales y descontento generalizado.

 

Así, los opositores que, como Henrique Capriles Radonski, vieron con recelo La Salida, sustentaban su posición argumentando que a partir de los resultados electorales en los que la oposición prácticamente había equiparado su caudal electoral con el del gobierno, y ante el creciente descontento de la ciudadanía, lo correcto era continuar la política de acumulación de fuerzas y prepararse para nuevas contiendas electorales, más que generar agitación con miras al quiebre inmediato del gobierno. Del mismo modo, los sectores críticos con La Salida sostenían que llevar la confrontación al terreno de la fuerza era una debilidad, en tanto ubicaba el enfrentamiento en el terreno en el que el gobierno tenía clara superioridad mediante el uso indiscriminado de las Fuerzas Armadas y policiales.

 

Por vía de la represión y la infiltración de las protestas para tornarlas crecientemente violentas, el gobierno logró derrotar a La Salida, con un costo de al menos 43 fallecidos y 33 reportes de casos de tortura registrados por la organización Foro Penal.

 

Visto en retrospectiva, esta iniciativa tuvo dos consecuencias fundamentales. La primera de ellas fue la visibilización internacional de la crisis venezolana a niveles hasta entonces no alcanzados. En efecto, La Salida puso la situación de Venezuela, su crisis económica, política y social, en la agenda internacional

 

tanto al nivel político como comunicacional. Semanas de enfrentamientos de calle coparon los medios internacionales y generaron una sensibilización global sobre la situación.

 

La otra gran consecuencia fue la aprehensión de Leopoldo López el 18 de febrero de 2014, que desde entonces ha limitado en gran medida su capacidad de actuar políticamente de manera abierta. Esta situación, tomando en cuenta que López es uno de los principales líderes de la alternativa democrática y el coordinador nacional de uno de los principales partidos políticos, Voluntad Popular, ha tenido un costo negativo para quienes adversan al régimen chavista.

 

En síntesis, este episodio político, aun teniendo algunas consecuencias muy positivas como lo fue la visibilización internacional de la crisis, puede caracterizarse como uno en el que los demócratas actuaron bajo esquemas radicales, creyendo ver las posibilidades de una solución inmediata a la situación nacional y, en términos generales, hubo más perdidas que victorias, sobre todo tomando en cuenta que una vez derrotada la operación, la población se sumió en un clima de desesperanza que la inhibió por mucho tiempo y menguó su capacidad de protesta y movilización.

2015

 

Llegado el 2015, la MUD decide una vez más participar en el proceso electoral, y en esta ocasión logra un contundente triunfo que le otorga la mayoría de dos tercios de la Asamblea Nacional8.

Este triunfo opositor, sin embargo, también trajo consigo un profundo cambio de actitud del gobierno. Hasta ese momento, el manejo que había hecho el ejecutivo del tema electoral había sido inaceptable desde el punto de vista de un sistema político con separación de poderes y con respeto al estado de derecho. No obstante, a pesar de las evidentes violaciones de las leyes electorales a las que el gobierno recurría una y otra vez, hasta ese momento el fraude se concentraba en diversas formas de ventajismo, – uso descarado de recursos públicos, veto de los líderes opositores a los medios de comunicación del Estado, amedrentamiento de los votantes, etc.-sin llegar al extremo de alterar directamente resultados electorales. Si bien el ventajismo y la falta de equidad que venía implementando el gobierno son formas de fraude que pueden cambiar el resultado electoral del mismo modo que cuando se alteran los resultados mediante la anulación de votos o la modificación de resultados, es obvio que esto último constituye un recurso más evidente, de mayor exposición, y uno que los regímenes autoritarios como el de Maduro tienden a utilizar sólo cuando es imprescindible, dado el alto costo político que implica. El resultado de la elección parlamentaria de 2015, el primero desde la llegada del chavismo en que se evidenciaba claramente, sin duda alguna, una sólida mayoría ciudadana enfrentada al régimen, le indicó al gobierno que debía recurrir a métodos más frontales para mantenerse en el poder: las mayorías lo habían abandonado.

 

ENSAYO GENERAL DE UN FRAUDE: ELECCIONES REGIONALES 2017

 

 

8 Este notable triunfo, sin embargo, fue amplificado en razón de las condiciones electorales que había impuesto el chavismo, confiado en su respaldo popular de otrora, que limitaban las condiciones de representación de las minorías y ampliaban desproporcionalmente la ventaja del ganador.

 

El año 2017 se produjo la realización de elecciones regionales para la escogencia de gobernadores, las cuales tuvieron lugar en el mes de octubre a pesar de que debían haberse realizado en diciembre de 2016. Este retraso se produce en razón del temor del Partido Socialista Unido de Venezuela, que controlaba 20 de 23 gobiernos regionales, de que se concretasen en la elección los pronósticos que numerosos sondeos de opinión señalaban: perdería una muy importante cantidad de gobernaciones.

 

Si antes el gobierno había concentrado sus violaciones a la normativa electoral en la generación de condiciones claramente ventajistas a su favor, al abuso de poder, la coacción a electores, el abierto chantaje a los funcionarios públicos, la amenaza y el uso de la fuerza en los centros electorales, en esta ocasión, vistos los resultados de la elección parlamentaria de 2015, fue mucho más allá.

 

El resultado del conteo sorprendió sobremanera. La oposición, que parecía encaminada a ganar al menos la mitad de las gobernaciones, obtuvo escasamente cinco victorias: Mérida, Anzoátegui, Nueva Esparta, Zulia y Táchira. La gobernación del estado Bolívar fue un caso particular: el CNE publicó en su portal web resultados en los que daba por ganador al aspirante opositor, Andrés Velázquez, con 49.37% de los votos, al tiempo que el candidato del PSUV obtenía 48.54%. Al día siguiente, la información fue borrada sin explicación alguna, y pocas horas más tarde el Presidente Maduro anunciaba públicamente “Ya tenemos confirmado Bolívar para el chavismo”. En la madrugada de esa misma noche, el CNE publicó nuevos resultados, otorgándole la victoria al candidato chavista por una ventaja de 0,26%.

 

Cabe destacar que se había producido una grave irregularidad previa a la elección, cuando el CNE se negó a permitir que los votos obtenidos por el candidato opositor Francisco Sucre, quien retiró su candidatura para apoyar a Velázquez, se sumaran a los de éste. Sucre obtuvo 0,26% de los votos.

 

“La acusación más alarmante llegó dos días después de celebrados los comicios. Velásquez denunció que el árbitro “forjó” un número de actas sumando fraudulentamente votos al candidato oficialista en centros donde la transmisión de resultados se hizo manualmente9. Once actas de escrutinio publicadas el miércoles 19 de octubre en el portal de la MUD demuestran que Noguera tenía 2.261 votos “manipulados” adicionales, mientras a Velásquez le faltaban 154 votos, una brecha suficiente para alterar los resultados de todo el estado y para poner en tela  de juicio todo el proceso electoral.”10

Con este hecho el gobierno, dejando en evidencia el carácter subordinado del Consejo Nacional Electoral y de la Sala Electoral del Tribunal Supremo de Justicia, dio un paso más en las violaciones de los derechos de los electores, pasando de las formas de fraude que le habían sido comunes hasta el momento, para llegar a la alteración de votos en sí mismos.

 

El otro hecho sin precedentes fue la declaración del presidente Maduro el 19 de octubre, señalando que quien resultase ganador en cada gobernación debería prestar juramento “y subordinarse” ante la írrita Asamblea Nacional Constituyente. Se trató, obviamente, de un requisito sobrevenido, inexistente en el

 

9 El detalle de cada acta alterada puede verse en Informe de Observación, Elección de Gobernadores 2017, Observatorio Electoral Venezolano, pág. 70.

10 Informe de Observación, Elección de Gobernadores 2017, Observatorio Electoral Venezolano.

 

marco legal y dirigido a buscar una suerte de humillación simbólica y pública de los opositores. Intentando cubrir el fraude, la írrita Asamblea Nacional Constituyente emitió, el 18 de octubre y ya electos los gobernadores, un decreto prohibiendo a los Consejos Legislativos tomar juramento  a quienes no se hubiesen presentado previamente ante la ilegal institución.

 

En el estado Zulia, resultó electo como Gobernador Juan Pablo Guanipa, quien obtuvo el 51.35% de los votos, quien decidió no presentarse ante la ANC. En consecuencia, se le impidió asumir su cargo.

 

Estos hechos, a no dudarlo, constituyeron un punto de quiebre en el clima político del país, que percibió con total claridad que el chavismo/madurismo no estaba dispuesto a competir electoralmente en condiciones justas. La oposición, a pesar de las precarias condiciones de la elección, participó en ellas, y los resultados evidenciaron que el gobierno había decidido avanzar de manera firme en la violación del marco electoral.

 

LA NO ELECCIÓN

 

Llegado 2018, cuando correspondió por mandato constitucional la celebración de elecciones presidenciales, el régimen superó, en lo relativo a irregularidades y la consecuente pérdida de carácter competitivo del proceso, sus actuaciones electorales previas.

 

Veamos unas pocas de las condiciones de este “proceso electoral”:

 

  1. Las elecciones se convocaron finalmente para el 20 de mayo de 2018, cuando tradicionalmente debían haberse celebrado en una fecha cercana al 10 de enero de 2019, -tradicionalmente a comienzos de diciembre- cuando constitucionalmente se realiza la toma de posesión del mandatario electo. Esto, que es a todas luces inconveniente, por cuanto, entre otros aspectos, implica tener por un período de seis meses un presidente electo que podría ser distinto al presidente en ejercicio, así como un recorte brutal de los lapsos requeridos por el órgano electoral para la cabal organización de una elección que cumpliese con las debidas garantías, se debió al cálculo del PSUV de que su caudal electoral y su popularidad decrecían notablemente con el paso del
  2. Ilegalización de los partidos políticos opositores. El CNE estableció, a partir de una solicitud del presidente Maduro, que aquellos partidos que no habían participado en la elección de autoridades municipales en 2017, debían someterse a un “proceso de validación” de su militancia como requisito para participar en las elecciones de 2018. Este requisito, que no tiene basamento legal alguno, condujo a la imposibilidad de participación de los partidos Primero Justicia, Voluntad Popular, Mesa de la Unidad Democrática y Partido Unión y
  3. Inhabilitación y persecución de los principales líderes opositores. Tanto Henrique Capriles Radonski como Leopoldo López, Antonio Ledezma y Freddy Guevara fueron objeto de medidas administrativas que les impidieron presentarse como candidatos a las
  4. Uso intimidatorio del “carnet de la patria”, imposibilidad de acceso de los medios públicos de comunicación, uso abusivo de los recursos públicos en la campaña electoral, ausencia de observación electoral internacional y
  5. Limitación extrema de los lapsos para la inscripción de nuevos

 

Todos estos hechos, y muchos otros, llevaron a que tanto las Naciones Unidas, la Organización de Estados Americanos como la Unión Europea se negaran a acreditar observadores y, por el contrario, cuestionaran las condiciones en que se realizarían los comicios.11

Así, al anunciar el CNE la victoria de Nicolás Maduro no hubo sorpresa alguna. Con la más alta cifra de abstención registrada desde 1958, al inicio del período democrático, un 53% de los venezolanos no acudió a votar. El candidato Henri Falcón cuestionó los resultados y solicitó la repetición del proceso, petición que, evidentemente, no prosperó.

 

En las condiciones planteadas, las elecciones perdieron por completo su carácter competitivo, vale decir, que el nivel de condicionamiento de la elección y la minusvalía impuesta a los opositores hizo completamente inviable su participación electoral y trajo consigo la denuncia activa del proceso tanto por los partidos políticos como por organismos internacionales e intergubernamentales.

 

La oposición decidió no participar en estos comicios, con la solitaria excepción del candidato Falcón, y denunciar internacionalmente las condiciones abiertamente ilegales en que se desarrollaron. Así, los partidos opositores con mayor representación parlamentaria asumieron la ruta política de la denuncia, y lograron evidenciar ante la comunidad internacional que el régimen de Maduro había, ahora sí, efectuado una violación del marco constitucional de tal alcance que le había permitido mantener el poder político al margen de la ley.

 

Entonces, al perderse por completo el carácter competitivo de la elección, no puede considerarse la negativa a participar como un caso de actuación radical de la oposición. Por el contrario, en un escenario como el aquí considerado, las opciones radicales probables serían otras: lucha armada, organización de focos de violencia, etc. Por el contrario, la vía asumida por la oposición agrupada en la Unidad Democrática fue la de centrar su política en la institucionalidad parlamentaria y a partir de allí construir la denuncia del régimen autoritario.

 

No obstante, un pequeño núcleo opositor, liderizado por el exgobernador Henri Falcón y su partido Alianza Progresista, decidió participar en los comicios de 2018, con la complacencia del gobierno, que tendría así un elemento para intentar justificar que el certamen electoral contaba con opositores y que reunía condiciones razonables para todos los actores políticos.

 

Posteriormente, alrededor de la figura de Henri Falcón se han agrupado un grupo de políticos que, declarándose como opositores, se han planteado llevar adelante un esquema de negociación y diálogo con el régimen usurpador, al tiempo que sostienen encarnar una posición “moderada”. Sobre esto volveremos más adelante.

 

EPISODIOS RADICALES Y EPISODIOS MODERADOS

 

Hemos pasado revista a los episodios centrales en los que la oposición ha encauzado su accionar político de manera tendiente al radicalismo o la moderación desde el comienzo del período chavista/madurista

11 En total, 46 países desconocieron el proceso electoral. Informe de Observación Electoral, Elecciones Presidenciales y de Consejos Legislativos 2018, Observatorio Electoral Venezolano, (Parte II).

 

y hasta junio de 2020. Hemos excluido de éste análisis un conjunto de eventos muy relevantes, las distintas rondas de negociación entre las partes en conflicto, por considerar que deben ser objeto de un análisis específico.

 

Dentro del complejo conjunto de decisiones que ha tomado la oposición en dos décadas, hemos considerado éstos como los puntos de inflexión que han determinado en lo fundamental el curso del debate político. Casi todos ellos están vinculados a procesos electorales, lo que constituye un factor importante de apego en general a la moderación.

 

El siguiente cuadro sintetiza el comportamiento de la oposición democrática en cada uno de esos eventos:

 

 

 

Preponderancia de la Moderación en la oposición Preponderancia       del radicalismo en la oposición
11 de abril de 2002 X
Elecciones Parlamentarias 2005 X
Elecciones Presidenciales 2006 X
Referéndum Constitucional 2007 X
Elecciones 2012 X
Elecciones 2013 X
La Salida 2014 X
Elecciones Parlamentarias 2015 X
Elecciones Regionales 2017 X
Elecciones 2018 X

 

 

Con relación a los sucesos del 11 de abril de 2002, siendo éste un episodio en el que la actuación de las fuerzas opositoras se condujo bajo parámetros radicales, ésta no fue una operación política dirigida por los partidos políticos opositores, a pesar de que éstos participaron en algún grado de los hechos. Es por ello que sería incorrecto adjudicarles la dirección y el resultado de la situación por completo. No obstante, hemos considerado el evento dentro del marco del radicalismo, por cuanto privó la búsqueda de una solución de fuerza antes que institucional.

 

De igual modo, la decisión de los partidos opositores en 2005 de no participar en las elecciones parlamentarias, a pesar de que su nivel de desarticulación era notorio para el momento, con partidos tradicionales “atontados” por la aluvional aparición del chavismo y partidos nuevos con creciente pero insuficiente despliegue social, puede ser considerada una decisión orientada a la búsqueda de una solución rápida y definitiva que poco tomó en cuenta las consecuencias de su decisión en el mediano y largo plazo. Vale decir entonces, que se trató de una decisión orientada al radicalismo.

 

La presentación de la candidatura unitaria de Manuel Rosales en 2006 se produjo en un cuadro en el que la abstención del año anterior aún pesaba en el ambiente político. No obstante, la oposición decidió participar, superar el clima de opinión pública adverso y enfrentarse electoralmente. De la derrota que

 

obtuvo surgieron importantes aprendizajes y comenzó a labrarse el camino de una unidad de objetivos que ha sido clave en la construcción del espacio democrático. Se trató, evidentemente, de una apuesta a la moderación.

 

La participación de la oposición en el referéndum constitucional de 2007 se produjo en el marco de fuertes discusiones en el seno de los partidos políticos enfrentados al chavismo. Al triunfar la tesis de la participación opositora, y la consecuente victoria de la opción que apoyó, negando la aprobación de las reformas planteadas por el gobierno, queda claro que la posición asumida por la oposición fue la posición moderada.

 

Por su parte, la participación de la oposición agrupada en torno a la Unidad Democrática en las elecciones presidenciales, tanto las efectuadas en 2012 como la celebrada a raíz de la muerte de Chávez en 2013, evidencia una conducta moderada. A pesar de los obstáculos impuestos por el gobierno y las crecientes y notorias violaciones a la constitución y las leyes, la oposición mantuvo una línea de acumulación de fuerzas que fue clave para la posterior victoria electoral de las elecciones parlamentarias de 2015, donde se manifestó de nuevo una clara conducta moderada y al tiempo exitosa. Cabe destacar que el evento del año 2015, adicionalmente, estuvo precedido de un episodio de inspiración radical, como fue el llamado La Salida, por lo que el retorno a la moderación tiene un valor particular.

 

Las elecciones regionales de 2017, por su parte, las hemos clasificado igualmente como un momento de moderación, en el que se decidió participar en un evento en el que era previsible que el gobierno nuevamente controlara el proceso para limitar su carácter competitivo. La participación de la oposición fue una clara apuesta a la moderación, a pesar de que los resultados posteriores ratificaron todas las presunciones que permitían prefigurar un desenlace más que desalentador.

 

Llegadas las elecciones presidenciales de 2018, tal como hemos descrito, el gobierno decidió escalar aún más las inequidades que ya comenzó a poner en práctica el año anterior, y convocó un proceso electoral clara y definidamente no competitivo, vale decir, una contienda en la que no había posibilidad alguna de que la oposición, con independencia de su caudal electoral, obtuviera la victoria.

 

La moderación y el radicalismo son nociones que obviamente dependen sustancialmente del contexto en el que se desarrollan, y si bien hemos considerado que, en términos generales la participación en procesos electorales se asocia a la moderación, al agravarse de manera rotunda las condiciones electorales y perderse el carácter competitivo del certamen la no participación electoral debe considerarse una respuesta moderada.

 

Se evidencia que la abstención es una conducta moderada al considerar las opciones alternativas realmente radicales, como podrían serlo el cierre del espacio político para pasar a la ejecución de acciones violentas de insurgencia, lo cual no ha sido siquiera asomado por los demócratas enfrentados al régimen autoritario. Esto, tomando en cuenta que la situación venezolana está, desde hace un buen tiempo, poblada de asesinatos políticos, persecuciones y torturas, es muy descriptivo de la convicción de la Unidad Democrática que enfrenta al régimen.

 

Así, de los diez (10) eventos analizados, ubicados entre 2002 y 2020, se desprende que en siete (7) de ellos la oposición optó por la alternativa moderada, y sólo en tres de ellos asumió posturas radicales. Por otra parte, de los tres eventos en los que prevaleció la opción radical, dos de ellos tuvieron lugar en el primer lustro del régimen revolucionario, y el más reciente en 2014.

 

Todo ello nos permite concluir que la oposición democrática venezolana se ha conducido mayoritariamente en el campo de la moderación. Un análisis más profundo, que no se realiza en este texto, podría incluso buscar establecer los niveles de participación de los partidos políticos y sus líderes en cada uno de los eventos aquí considerados, para contrastar esta preponderancia de la moderación con actores individuales. Es probable que tal análisis permitiera constatar que la mayoría de los líderes políticos democráticos han sido consistentes en el carácter moderado de sus propuestas a lo largo del período 1999-2020.

 

LA PARADOJA DE LA MODERACIÓN

 

La moderación es condenada y alabada al mismo tiempo, por distintas razones y distintos actores. Los moderados reciben ataques desde distintos flancos. En un contexto en el que el chavismo/madurismo construyó una narrativa política militarista que privilegia el valor de la fuerza, de la valentía, de la acción como opuesta a la razón y que evidencia continuamente su desprecio por lo político, en el que un líder inicialmente electo democráticamente como Chávez, militar retirado, comúnmente utilizó uniforme militar para dirigirse a la nación y su sucesor, civil sin carrera militar, lo hace frecuentemente con indumentaria con “apariencia” de uniforme militar, se ha instalado un ánimo colectivo poco favorable a la moderación12.

Así, el discurso político del chavismo/madurismo es frontal, desprovisto del más elemental respeto por quienes le objetan y a quienes ha privado de la condición de iguales. Este discurso, siempre maniqueo, siempre radical, coexiste con una maquinaria comunicacional que ha descubierto que el formidable carisma que de manera natural e intuitiva desarrolló Hugo Chávez se basaba en no poca medida en su capacidad de producir mensajes dicotómicos, simples, en los que cada acción y cada propuesta que asomaba traía consigo un enemigo al que “derrotar”, un enemigo de carne y hueso al que había que destruir. Ese discurso no planteó la discusión, la búsqueda de entendimiento, sino la ubicación de un enemigo rotatorio, un día era la banca, al otro los políticos y al siguiente, inexorablemente, un chavista que ya no era tal. Un traidor.

 

Por otra parte, un pequeño sector de la oposición liderado por María Corina Machado, sin representación parlamentaria,-más allá de algunos diputados suplentes-, ubica el enfrentamiento con el chavismo/madurismo en el terreno de la moral, de los “principios”, planteando así un cuestionamiento a “los políticos” en un área muy similar a la que, por otras vías esgrime el chavismo/madurismo. Se trata pues, de un espacio que deviene en planteamientos antipolíticos que no busca construir sus posiciones

12 Cabe añadir que la “militarización de la política” en el período Chavista/Madurista no se ha limitado a gestos dispersos. También este fenómeno ha estado acompañado de una militarización del lenguaje, en el que

repetidamente se insta a la ciudadanía a constituirse en “batallones” o “brigadas”, a incorporarse a

“contraataques”, a estar preparados para repeler no al adversario, sino al “enemigo” y afrontar un combate que se debe librar “rodilla en tierra”.

 

sobre la base de los desplazamientos concretos del poder, sino más bien desde la óptica de un deber ser radical, moralmente correcto y políticamente inútil. Este sector, pequeño y ruidoso, dificulta las posibilidades de una unidad de todos los sectores opuestos al régimen. Sus mensajes, sus posturas, son frecuentemente dicotómicas, binarias, y desprecian, al igual que el régimen, las iniciativas orientadas al logro de una transición que implique cualquier mecanismo de negociación o vía moderada. Todo o nada.

 

Son varios los autores que han tratado el tema de la “mente simplificadora” que caracteriza al ser humano, que recibe mensajes que le permiten, como señala Manuel Arias Maldonado13, “pensar barato”, rápido y a bajo costo, dado el carácter hipersimplificado de los mensajes, que, además, son en gran medida, mensajes emocionales más que mensajes que conlleven la necesidad de procesar información de mayor calado y, en consecuencia, que obliguen a un “pensar lento”, menos obvio y eventualmente contraintuitivo, pero con una mayor capacidad de aprehender la complejidad de la realidad.

 

Mientras el chavismo/madurismo desarrolla su mensaje militarista, poblado de imágenes que apelan a la fuerza, bien representado por el gesto que usó Chávez en sus campañas chocando un puño cerrado contra la palma de su mano, gesto de pelea física de baja ralea, sectores como el de María Corina Machado relanzan cada cierto tiempo el video en el que ésta se dirige a Chávez en una sesión en el parlamento y le espeta “…expropiar es robar…” destacando que ella es “la única” que le habló claro y sin cortapisas al extinto líder. Sin las “dudosas” negociaciones y diálogos en los que otros líderes de oposición eventualmente participan.

 

Así, en este marco de informaciones sesgadas, falsas noticias y generación deliberada de contenidos manipuladores en las redes sociales, la moderación sufre un ataque constante de dos sectores: el régimen usurpador con su maquinaria propagandística y la esencia de su proyecto político naturalmente radical, por una parte, y por la otra, de los sectores antipolíticos que, siendo opuestos al chavismo/madurismo, lo son también de la moderación.

 

LOS LOBOS SOLITARIOS CONTRA LA MODERACIÓN

 

A partir de 2018 aparece un nuevo factor en la política venezolana, cuando Henri Falcón, exgobernador del estado Lara en las filas del chavismo posteriormente separado del PSUV, decide presentar su candidatura presidencial, a contrapelo de la decisión mayoritaria en la oposición de no participar en dicho proceso.

 

Como ya hemos señalado, Falcón denuncia el fraude electoral sin obtener siquiera respuesta de los órganos oficiales. Sin embargo, comienza a conformar una plataforma política que busca promover una suerte de “nueva oposición”. Se ofrece a participar, y participa, en diálogos con el gobierno, que ya para entonces usurpa abiertamente el poder, y atrae para sí un conjunto de figuras en las que resalta una característica común: son lobos solitarios de la política que hoy deambulan opinando, vaticinando, sugiriendo, enviando mensajes que no tienen, más allá de su inspiración o intuición, base social o política que los sustente. No hay la construcción de una fuerza política orgánica, hay, eso sí,

13 “La Democracia Sentimental, política y emociones en el S XXI”, Manuel Arias Maldonado, 2016.

 

“personalidades”, políticos que por una u otra razón, no han encontrado espacio en los partidos políticos de la Unidad Democrática.

 

Este sector, vista su escasa base social y sus limitadas capacidades de influencia, depende in extremis de la buena voluntad del régimen usurpador para obtener cualquier resultado democratizador en sus gestiones ante éste. Su afán por convertirse en un contrapeso que sea legitimado por el régimen carece justamente de peso, de fuerza política concreta. Carecen de legitimidad institucional, carecen de  pueblo, carecen incluso de partidos políticos medianamente establecidos. Sin embargo, están en el ruedo y buscan desesperadamente abrirse un espacio político ¿Cuál es ese espacio? La moderación.

 

Para ocupar ese espacio, entonces, este sector liderado por Falcón busca desplazar a quienes hoy lo ocupan. Sólo desplazando a la mayoría parlamentaria que respalda al gobierno interino pueden aspirar a mejorar sus posibilidades de influir. De allí que sostienen un discurso que busca “enmarcar” al gobierno interino como radical, extremista. Su discurso, adicionalmente, trata repetidamente de equiparar al régimen usurpador y al gobierno interino como si se tratase de dos fuerzas que comparten en términos exactamente iguales la responsabilidad de la grave situación que hoy atraviesa el país. No se trata de asumir ingenuamente que el gobierno interino no ha cometido errores, como todo actor necesariamente comete, pero el llamado a equiparar errores con la destrucción de la institucionalidad política que tanto costó a Venezuela edificar es un despropósito.

 

Henri Falcón recurre a una línea discursiva constante: Maduro y la oposición nucleada en torno a la unidad democrática son iguales, responsables en igual medida de la tragedia que vive el país. De hacerse una recopilación de los mensajes en redes sociales de este grupo, probablemente se encontraría que, con gran precisión, dedican un mensaje contra el régimen de maduro y uno contra el presidente Guaidó. Mensajes simples, básicos y dicotómicos que apelan a la emoción en detrimento de la razón.

 

Este sector está orientado al fracaso, salvo que su objetivo sea el debilitar las opciones de una transición democrática. No comprende que para negociar se debe tener el respaldo de una fuerza concreta, amenazante y abierta al diálogo al mismo tiempo.

 

Así las cosas, la paradoja de la moderación perturba las posibilidades de un avance definitivo hacia la democratización del país. Los moderados son atacados, obviamente desde el régimen usurpador, y al mismo tiempo por los sectores antipolíticos que abiertamente la desprecian, como en el caso de María Corina Machado. Desde otra perspectiva, surge más recientemente el ataque de grupos como el que encabeza Henri Falcón, que carentes de espacio político propio, se enfrentan a los moderados agrupados en torno a la unidad democrática, buscando generar una suerte de ultramoderación de punta roma.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *