Venezuela y Colombia en la geopolítica de las potencias militares / Txomin Las Heras Leizaola / El Espectador
Txomin Las Heras Leizaola / El Espectador.-
La invasión de Ucrania por parte de fuerzas militares rusas, si bien se ha desarrollado a miles de kilómetros de distancia de América Latina, ha generado efectos llamativos en Colombia y Venezuela, en el marco de las dinámicas geopolíticas que rigen las relaciones entre las potencias militares, en este caso los Estados Unidos y la Federación Rusa.
Para ello no hay más que ver las reuniones al más alto nivel que han tenido lugar entre importantes autoridades de estos cuatro países y lo que ha trascendido de lo allí tratado a solo pocos días de que comenzase la conflagración en tierras ucranianas.
Por un lado, fue toda una sorpresa que una delegación de alto nivel del gobierno estadounidense encabezada por Juan González, director para las Américas del Consejo de Seguridad Nacional, se entrevistase el 5 de marzo en Caracas con el presidente Nicolás Maduro, un hecho inédito tras la ruptura de relaciones diplomáticas entre ambos países.
A los pocos días, el 10 de marzo, tuvo lugar la reunión en la Casa Blanca entre los presidentes Joe Biden e Iván Duque, al tiempo que la vicepresidenta de Venezuela Delcy Rodríguez se entrevistaba en Turquía con el canciller ruso Serguei Lavrov, quien encontró espacio en su complicada agenda de tiempos de guerra para encontrarse con la enviada de Nicolás Maduro.
La invasión a Ucrania y las subsiguientes sanciones a Rusia, que en el caso de los Estados Unidos incluyen la suspensión de las compras de petróleo a ese país, parece que ha sido la oportunidad escogida por la administración Biden para, por una parte, tratar de asegurarse a futuro —no a corto pero sí a mediano y largo plazo— una fuente de suministro de hidrocarburos desde Venezuela que sustituya la rusa, así como alejar a Caracas de la órbita de Moscú en un momento en que Vladimir Putin tiene preocupaciones mayores.
Por otra parte, la iniciativa norteamericana buscaría descongelar la complicada situación venezolana y lograr avances concretos en el camino hacia su democratización a cambio de una reducción gradual de las sanciones de Estados Unidos, Canadá y la Unión Europea.
Este movimiento parece encajar dentro de la máxima de la diplomacia que dice que los países no tienen amigos ni enemigos sino intereses. El aforismo podría aplicarse igualmente a Nicolás Maduro que en su desesperada búsqueda para que le quiten las sanciones con el fin de mejorar la deplorable situación económica del país y dejar de ser un paria internacional, bien podría ver con buenos ojos la propuesta de Estados Unidos.
Para empezar, el mandatario venezolano se refirió en buenos términos de la reunión con los enviados de la Casa Blanca, liberó a dos presos políticos de nacionalidad estadounidense y anunció su disposición a reanudar las negociones con la oposición en México, unilateralmente suspendidas por él hace ya varios meses. Además, si bien se ha mantenido como uno de los pocos aliados de Vladimir Putin rebajó el tono en su último comunicado referido a los acontecimientos en Ucrania.
De la reunión de Iván Duque con Joe Biden, además del anuncio para relanzar iniciativas para el manejo del fenómeno migratorio en las Américas, destaca sobremanera la designación de Colombia como aliado estratégico no perteneciente a la OTAN, una categoría en la que están 17 países del mundo como Japón, Corea del Sur, Pakistán, Australia, Egipto e Israel, entre otros, además de Brasil y Argentina en América Latina.
Este nombramiento no es poca cosa en un momento donde han rugido los cañones en Europa y donde aún está sobre la mesa la importante influencia rusa en la vecina Venezuela. Sin duda, Washington ha querido dejar constancia de su apoyo a Colombia y de la alianza que mantiene con este país, dando a entender claramente que, así como Rusia considera a Ucrania como parte de su zona de influencia, Estados Unidos tiene igual opinión respecto a América Latina.
Es temprano aún para conocer el devenir y todas las consecuencias de estos cambios en la geopolítica continental, pues habrá que ver la capacidad de Venezuela de restaurar la producción petrolera que una vez tuvo o si, efectivamente, las negociaciones entre gobierno y oposición llegan a buen fin y allanan el camino al restablecimiento de la democracia venezolana.
En cualquier caso, estos escenarios sin duda deben ser sopesados por el gobierno colombiano —el actual y el futuro— toda vez que, entre otras cosas, el acercamiento de Washington con Caracas en los hechos puede interpretarse como un reconocimiento implícito al gobierno de Maduro por parte de la potencia que hasta ahora ha liderado no sólo su aislamiento sino el reconocimiento al gobierno provisional de Juan Guaidó. Bogotá debería de tomar nota.