La Navidad de Maduro / Txomin Las Heras Leizaola

El Espectador.-

El pasado 4 de octubre el presidente Nicolás Maduro, con impoluta guayabera blanca y pantalón negro, paseaba de noche plácidamente junto a su esposa Cilia Flores por el patio interior del palacio de Miraflores. Los pasillos que lo circundan y el jardín estaban profusamente adornados con motivos navideños: columnas forradas de papel verde y rojo, arcos fosforecidos con colores, pinos artificiales con lazos y luces centelleantes y hasta unos renos iluminados –que tuvo el cuidado de llamar venados para no mentar a los animales que habitan las tierras del Imperio-, detalle este que al mandatario venezolano calificó como “bello”.

Maduro decretó en esa ocasión, 81 días antes de la fecha en que los cristianos celebran el nacimiento de Jesucristo, la llegada de la Navidad a su país. “En Venezuela vamos a tener unas Navidades brillantes, felices, llenas de luces y colorido”, aseguró en tono retador en el video que difundió por su cuenta de Twitter para dar a conocer su caminata nocturna.

Desnudando la mentira

Las conclusiones de ENCOVI 2021 no pueden ser más contradictorias con ese clima de paz y felicidad que nos quiere transmitir artificialmente el mandatario venezolano. El 94,5 por ciento de la población sobrevive hoy en día en la categoría de pobreza total, aquella situación en que los ingresos son inferiores al valor de una canasta básica de bienes y servicios, tanto alimentarios como no alimentarios.

Esto nos indica que apenas el 5,5 por ciento de los venezolanos se mantiene sin mayores problemas en una economía que ha sido liberalizada, a tal extremo, que prácticamente solo funciona con dólares. El que no tiene acceso a ellos queda a la merced de los programas sociales -a los que sólo un 13,5 por ciento de los hogares declara no recurrir- y que cada vez son menos y de peor calidad o al “vea usted cómo hace”, algo, por cierto, muy lejano al ideal socialista que todavía hoy el régimen venezolano intenta vender.

Otro dato, quizás más grave si cabe, es que la pobreza extrema, aquella que se refiere a la situación en que no se dispone de los recursos que permitan satisfacer al menos las necesidades básicas de alimentación, alcanza en Venezuela a 76,6 por ciento de la población, lo que coloca al país a la par de las naciones más pobres de África, muy por debajo de América Latina, lo que explica en gran medida la migración que hacia allí se ha producido en los últimos años.

De acuerdo con los investigadores de ENCOVI, Venezuela pasaría a ser en 2021 el país más desigual entre los latinoamericanos, superando a Brasil y Colombia, que tradicionalmente han encabezado el ranking del Índice Gini.

Otros resultados de la encuesta explican esta desastrosa situación. Por ejemplo, el 94, 2 por ciento de los hogares manifestó sufrir algún tipo de inseguridad alimentaria, lo que se alinea con el índice de pobreza total antes mencionado; la cobertura educativa viene en descenso y se ceba especialmente entre los más pobres, con especial incidencia en la educación inicial donde pasa de 74 por ciento entre los no pobres a 66 por ciento en los pobres y a 58 por ciento en los pobres extremos, así como en la educación superior, donde esta relación es de 40 por ciento, 23 por ciento y 15 por ciento, respectivamente.

Quizás, el dato más dramático es la reducción de la esperanza de vida del venezolano, pues las generaciones que nacieron en el período 2015-2020 van a vivir 3 años menos que quienes nacieron en el período 2000-2005 y las proyecciones indican que, para el período 2045-2050, la esperanza de vida se situará en 76,6 cuando tendría que estar en 83,4, de acuerdo a las tendencias de años precedentes.

Venezuela, además, ha perdido población – el crecimiento demográfico en el último quinquenio fue negativo ( -1,1%) – no sólo por la migración de millones de sus habitantes, sino también porque hay 340 mil nacimientos que no se produjeron debido a que migraron las potenciales madres y porque los riesgos de morir han aumentado como consecuencia de que el país ha vuelto a la tasa de mortalidad infantil registrada hace 30 años, que fue de 25,7 por 1.000. Un verdadero y trágico salto atrás.

Actos de contrición

El 12 de octubre Maduro se unió al presidente mexicano Andrés Manuel López Obrador para exigirle a España que pida perdón por las actuaciones de ese país y el “dolor histórico” que generó en el proceso de colonización de América desde finales del siglo XV. Ni una palabra de autocrítica, de dolor y mucho menos de arrepentimiento por el daño que hoy, no hace cinco siglos, le ha hecho a su propio pueblo.

Los resultados de la encuesta Encovi 2021 que hemos comentado atestiguan la dimensión de la hecatombe social que el actual inquilino del Palacio de Miraflores y su antecesor, Hugo Chávez, originaron. La Navidad que tanto se apresura en celebrar no las disfrutará el 95 por ciento de los venezolanos que a duras penas sobrevive. Maduro solo ve la paja en el ojo ajeno, pero no la viga en el suyo propio.

*Txomin Las Heras Leizaola es investigador adscrito al Observatorio de Venezuela de la Universidad del Rosario y Presidente de la asociación Diálogo Ciudadano Colombo Venezolano.

 

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